Por mucho que lo deseemos, no es posible -para nadie- vivir una vida perfecta, donde no existan problemas, todo el mundo sea plenamente feliz, nadie muera o se marche de nuestro lado, no se sufra…
Nadie es perfecto
Vivir conlleva la existencia de la imperfección, los errores, el dolor, el sufrimiento. Somos monedas de dos caras (Yin y Yang del taoísmo) y debemos aceptarlo; podemos caer de cara, es más, deseamos caer de cara cada vez la vida nos enfrenta a un nuevo lance… pero las leyes de la probabilidad no funcionan así y de vez en cuando resultará inevitable que en un lance salga cruz.
Cuando esto suceda, podremos optar por enfrentarnos a ese lance negativo u ocultar la cabeza bajo la arena como si de un avestruz se tratara, esperando que al sacarla de nuevo el panorama haya cambiado mágicamente.
Ocultar la cabeza y actuar como si nada pasara no es la solución.
Hay que aceptar que no somos perfectos, ni tenemos la respuesta o solución a todo cuanto suceda; que no podemos controlar cada aspecto de nuestras vidas para que todo marche como deseamos, y tras eso, buscar el mejor modo de hacer frente al problema, dificultad o dolor que nos atenaza.
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